G.........El tiempo de prueba con el no duró casi nada, solo unos días después de haber firmado nuestro contrato tuve que romperlo, el todavía andaba enganchado con una relación pasada, una relación efímera, corta, ni siquiera consumada, pero significativa.
Yo había apostado por iniciar algo con él porque sentía que valía la pena completamente, éramos demasiado compatibles, nos gustaban las mismas cosas, los mismos contenidos, los mismos espacios, podíamos pasar horas hablando sobre distintos temas, y luego discutir sobre ellos tan apasionadamente como si estuviéramos haciendo el amor.
Yo aprendía mucho de él porque sabe un poco de todo, pero su mayor legado fue ayudarme a recuperar mi sensibilidad, mi capacidad de juego, de repente pude empezar a ver las cosas desde otro ángulo, desde varios ángulos, como si todo fuera un caleidoscopio.
Luego de un fin de semana entero con él, mi habitación, mi calle, mis espacios, dejaron de ser una infinita combinación de blancos y negros, en un momento, extasiada, me levanté de mi cama, miré por la ventana y vi que las veredas por las cuales podía encaminar mi vida, no eran grises ni rectas sino que podían ser seductoramente sinuosas y de miles de colores.
Desde el primer fin de semana que nos conocimos, transcurrieron varios más en que nos la pasamos encerrados, todo el tiempo desnudos, en mi cama, en mi sala, conociendo nuestras vidas, tomando vino, hablando de música, películas que nos marcaron, historias propias o ajenas que nos hicieron esas dos personas que estábamos allí frente a frente sin ropa, sin máscaras, sin vergüenzas, ni remordimientos por nada, aceptarnos de esa manera tan simple sin ningún cuestionamiento es lo que nos engancho hasta el día de hoy.
Sin embargo, nuestro tiempo de prueba acabó, me despedí de él una noche por teléfono, le explique que cuando pasábamos tiempo juntos, solos, en nuestra burbuja de fin de semana, todo era alucinante, eramos el y yo, pero cuando él cruzaba la puerta de mi casa y yo desaparecía de su campo visual, mi recuerdo en su mente se desvanecía y ya no eramos solos el y yo, ya no eramos el y yo de ninguna forma en realidad, nuestra habitación se llenaba de gente como en una especie de fiesta, de feria y sus sentidos eran atraídos por tantos estímulos, y yo solo era un estimulo mas.
De alguna manera, el siempre volvía a nuestra burbuja, como en un sueño en que una voz , un olor, un simple recuerdo te hace retomar el inicio de la historia, entonces todo volvía a empezar,pero yo no quería vivir solo en un sueño, yo quería un poco más de realidad, sólo un poco, la suficiente como para saber que él y yo siempre volveríamos a esa habitación.
Sin mucho que argumentar o que ofrecer, simplemente aceptó el fin de la historia. Nuevamente me quede allí sentada, recordando algunas sensaciones, como tratando de alargar la experiencia, tratando de mantener un poco más el sabor en la boca, hasta que el sabor finalmente se desvaneció.
El tiempo pasó, anduve entreteniéndome con los compañeros nocturnos de siempre, los que me acompañaban de vez en cuando y que, aún hasta hoy, cuando los necesito, allí están. Pero cada cierto tiempo miro nuestra habitación de juego, nuestras veredas de colores y paseo por ellas como en un día al inicio de la primavera, como cuando era niña y me escapaba un rato de mi casa en pleno sol para divertirme con los colores de la calle y olvidar lo gris que podía ser mi casa. Aún en este tiempo, aún despues de tanto tiempo, se extrañan esas veredas...
Para los amantes de las luchas ficticias, esas que nos inventamos todos los días para hacer más divertida la estancia en el planeta...masocos todos
jueves, 4 de octubre de 2012
viernes, 29 de junio de 2012
Tiempo de prueba
Lo más lejos que he llegado con alguien desde que acabé mi última relación formal hacé más de tres años, es este tiempo de prueba.
El y yo, luego de algunas negociaciones decidimos firmar un pre contrato, un acuerdo mutuo de pasar a una siguiente fase, después del tire sin compromiso, llegó esta nueva fase en que no somos pareja oficialmente, en nuestros tiempos eso significa que no aparecemos en nuestros respectivos facebook con la cursi frasesita "tiene una relación con..."
No, no tenemos una relación formal, como se le conoce convencionalmente, estamos en este tiempo de conocernos, con la clara intención de ver si vale la pena seguir o abortar la misión.
Esa negociación me hizo escuchar finalmente algo revelador de mi propia voz, estoy buscando algo en la vida, no sé si sea con él, pero ya sé más o menos cómo quiero que sea.
Su rollo "no sé si estoy listo para comprometerme con alguien" casi me hace botarlo de mi cama al siguiente segundo, tirar sus cosas por la ventana y no verlo más. De hecho le dije, "si no estás listo para avanzar, acá lo dejamos, polvos tengo un millón, yo quiero una relación y quiero apostar por ella, si no estás listo, no eres candidato".
El silencio siguió a ese intercambio, un abrazo fuerte, un beso en mi hombro desnudo, me hizo entender que allí había algo más. "Tengo miedo a la patada en el culo" fue su siguiente argumento. Entonces comenzó mi disertación.
En estos tres años que llevo conociendo infinidad de hombres, después del judío, no encontré a nadie más con quien sentir que las cosas fluyeran de una manera tan simple, tú tienes esa parte lúdica que a mí me hace falta, quiero alguien con quien reir, con quien brincar entre nubes, porque no necesito alguien que me ordene, me sostenga o me ayude a alcanzar mis metas, eso yo lo hago sola, yo quiero una pareja de baile, un cómplice para hacer travesuras, un buen amante, un compañero de juerga bohemia, un soñador que me meta en sus sueños, y tú eres todo eso. No creo en el matrimonio, no quiero tener hijos, probablemente nunca quiera vivir contigo, no quiero verte todos los días de la semana, no quiero que te adueñes de un lado de mi cama, ni que compartamos los gastos, quiero viajar contigo, escaparnos un fin de semana, que aparezcas en mi casa de sorpresa con una botella de vino un martes, quiero cocinar un viernes por la noche y comer sentados en mi alfombra viendo tus videos de musica favoritos, quiero que te vayas de mi casa, sin saber cuando vas a volver, sólo no te demores mucho en volver, quiero una relación donde todo sea siempre una sorpresa, pero quiero tener la certeza de que allí estás, de quién eres.
Si con toda esa inestructura podemos ser leales, honestos y llegar a amarnos como a nada en este mundo, tú eres la persona que estoy buscando, matemática y emocionalmente tú engranas conmigo y movemos este carruaje alegórico que somos cuando estamos juntos.
No sé si lo logremos, no sé a dónde lleguemos con todo esto, sólo sé que en este momento viéndote a la cara desnudo en mi cama frente a mí, tú eres lo más cercano que he tenido a hacer realidad mi bizarro sueño de una relación amorosa de otro planeta. En este momento no te pido nada, no te prometo nada, sólo sé que si decidimos apostar por esto, tenemos mucho que ganar y poco que perder.
Quieres caminar conmigo un trecho más del camino?
O sea, estamos a prueba? preguntó él. Sí, es un tiempo de prueba.
El y yo, luego de algunas negociaciones decidimos firmar un pre contrato, un acuerdo mutuo de pasar a una siguiente fase, después del tire sin compromiso, llegó esta nueva fase en que no somos pareja oficialmente, en nuestros tiempos eso significa que no aparecemos en nuestros respectivos facebook con la cursi frasesita "tiene una relación con..."
No, no tenemos una relación formal, como se le conoce convencionalmente, estamos en este tiempo de conocernos, con la clara intención de ver si vale la pena seguir o abortar la misión.
Esa negociación me hizo escuchar finalmente algo revelador de mi propia voz, estoy buscando algo en la vida, no sé si sea con él, pero ya sé más o menos cómo quiero que sea.
Su rollo "no sé si estoy listo para comprometerme con alguien" casi me hace botarlo de mi cama al siguiente segundo, tirar sus cosas por la ventana y no verlo más. De hecho le dije, "si no estás listo para avanzar, acá lo dejamos, polvos tengo un millón, yo quiero una relación y quiero apostar por ella, si no estás listo, no eres candidato".
El silencio siguió a ese intercambio, un abrazo fuerte, un beso en mi hombro desnudo, me hizo entender que allí había algo más. "Tengo miedo a la patada en el culo" fue su siguiente argumento. Entonces comenzó mi disertación.
En estos tres años que llevo conociendo infinidad de hombres, después del judío, no encontré a nadie más con quien sentir que las cosas fluyeran de una manera tan simple, tú tienes esa parte lúdica que a mí me hace falta, quiero alguien con quien reir, con quien brincar entre nubes, porque no necesito alguien que me ordene, me sostenga o me ayude a alcanzar mis metas, eso yo lo hago sola, yo quiero una pareja de baile, un cómplice para hacer travesuras, un buen amante, un compañero de juerga bohemia, un soñador que me meta en sus sueños, y tú eres todo eso. No creo en el matrimonio, no quiero tener hijos, probablemente nunca quiera vivir contigo, no quiero verte todos los días de la semana, no quiero que te adueñes de un lado de mi cama, ni que compartamos los gastos, quiero viajar contigo, escaparnos un fin de semana, que aparezcas en mi casa de sorpresa con una botella de vino un martes, quiero cocinar un viernes por la noche y comer sentados en mi alfombra viendo tus videos de musica favoritos, quiero que te vayas de mi casa, sin saber cuando vas a volver, sólo no te demores mucho en volver, quiero una relación donde todo sea siempre una sorpresa, pero quiero tener la certeza de que allí estás, de quién eres.
Si con toda esa inestructura podemos ser leales, honestos y llegar a amarnos como a nada en este mundo, tú eres la persona que estoy buscando, matemática y emocionalmente tú engranas conmigo y movemos este carruaje alegórico que somos cuando estamos juntos.
No sé si lo logremos, no sé a dónde lleguemos con todo esto, sólo sé que en este momento viéndote a la cara desnudo en mi cama frente a mí, tú eres lo más cercano que he tenido a hacer realidad mi bizarro sueño de una relación amorosa de otro planeta. En este momento no te pido nada, no te prometo nada, sólo sé que si decidimos apostar por esto, tenemos mucho que ganar y poco que perder.
Quieres caminar conmigo un trecho más del camino?
O sea, estamos a prueba? preguntó él. Sí, es un tiempo de prueba.
lunes, 19 de marzo de 2012
Juegos de niños
Allí estaba él, inquieto, incierto, brincando de un lado al otro, casi sin poder detenerse en un punto fijo por más de unos minutos. Tuve que hacerme entrar en razón e inmediatamente dejarme claro que si yo tuviera algo serio con él no toleraría su incapacidad para enfocarse en algo, como por ejemplo ver una película un domingo por la tarde. ¿Por qué la proyección? Sólo lo había visto fugazmente unos minutos, pero no me había dado cuenta que su sonrisa es probablemente la cosa más tierna que yo haya visto en mucho tiempo y su mirada la más franca de todas.
Allí estábamos haciendo la cola para comprar cerveza en el concierto que reunió a las almas libres y bohemias de Lima, allí estábamos en un grupo conversando todos contra todos sin saber bien de dónde venía cada uno. Allí estaba él brincando de un lado a otro, y yo tratando de no mirarlo, de no reparar en él, de no prestarle atención por más de un minuto para que su maravillosa sonrisa no terminara de convertirme en piedra.
Esa forma inquieta de ser me hacía pensar que yo ni siquiera pasaba por su mente, en realidad, parecía que nada permanecía en su mente porque lo único que hacía era moverse incesantemente. Me equivoqué.
El grupo se deshizo tan fácilmente como se formó, la gente se diseminó y quedamos sólo él y yo, ambos sin darnos cuenta nos quedamos (¿quisimos quedarnos?) juntos y allí estábamos dos completos extraños en el medio de la gente, sin mayores cálculos.
El estaba detrás mío, por instinto, por deseo, impulsivamente su cuerpo se colocó detrás del mío y en todo ese tumulto de gente, él y yo nos sentíamos, él tocaba mis piernas, pasaba sus manos por mis glúteos, pegaba su cuerpo al mío y yo lo disfrutaba, nos movíamos al ritmo de nuestro deseo, yo volteaba y lo miraba, mientras él seguía tocándome sin haberme pedido permiso, casi sin saber nuestros nombres, lo miraba y sonreía complacida, él me penetraba con sus ojos, no decíamos ni una sola palabra, sólo nos dejábamos llevar por el juego que nuestros cuerpos habían decidido jugar sin consultarnos.
Su boca en mi cuello me erizó la piel, alcancé a oirme exclamar un leve gemido de placer, su cuerpo se pegó más al mío, cogió mi boca con sus manos y me empezó a besar, en un beso irreal cargado de placer frenético, ternura, emoción, confusión, en medio de toda esa gente saltando y gritando, él y yo nos devorábamos, nos tocábamos, nos lamíamos, nos olíamos, sin pensar que había un mundo alrededor.
No pensé en más, qué íbamos a hacer después, no pensé si luego haríamos el amor en mi casa o en la suya, no pensé si nos íbamos a volver a ver, ese momento sublime hecho de música, gente, luces, besos, su cuerpo y el mío, sólo existía por una conjunción de factores y probablemente su existencia se desvanecería cuando estos se desagruparan, cuando todo esta psicodelia se desvaneciera.
Pero no fue así, no podía ser así, en esos dos cuerpos había demasiada pulsión y era absurdo, insano, obceno, desperdiciarla.
Esa noche vinimos a mi casa, nos desaparramamos completamente en la alfombra, en la sala, como si fuéramos dos amantes y amigos de toda la vida, todo era fácil, todo era simple, la música, la conversación infinita desnudando sin filtro alguno todo lo que se nos venía a la mente, todo lo que el alma nos pedía expulsar y depositar en alguien más. Confesiones de cosas que con otras personas preferíamos callar, y allí estábamos entregando más que piel y placer, estábamos entregándonos verdades. Me confesó lo que probablemente haya sido su secreto más jodido en el último año, "no tengo una erección hace meses", lo escuché echada en la alfombra mirándonos cara a cara, sentí ternura, tal vez él sintió alivio, cobijo, soporte. Acaricié su rostro, su pelo, lo besé con ternura y luego con deseo, entonces nos hicimos el amor, nos lo hicimos toda la noche incansablemente y todo el día siguiente, lo disfruté plenamente, pero esta vez con un sabor de victoria, yo había logrado que él se conectara con su sexualidad y su capacidad de sentir placer, asumo que él disfrutó nuevamente sentir que podía penetrar y darle placer a una mujer. Tal vez había más en esa historia, no lo sabía, pero en ese momento, en ese espacio sublime y especial él y yo éramos lo que cada uno necesitaba del otro.
Allí estábamos haciendo la cola para comprar cerveza en el concierto que reunió a las almas libres y bohemias de Lima, allí estábamos en un grupo conversando todos contra todos sin saber bien de dónde venía cada uno. Allí estaba él brincando de un lado a otro, y yo tratando de no mirarlo, de no reparar en él, de no prestarle atención por más de un minuto para que su maravillosa sonrisa no terminara de convertirme en piedra.
Esa forma inquieta de ser me hacía pensar que yo ni siquiera pasaba por su mente, en realidad, parecía que nada permanecía en su mente porque lo único que hacía era moverse incesantemente. Me equivoqué.
El grupo se deshizo tan fácilmente como se formó, la gente se diseminó y quedamos sólo él y yo, ambos sin darnos cuenta nos quedamos (¿quisimos quedarnos?) juntos y allí estábamos dos completos extraños en el medio de la gente, sin mayores cálculos.
El estaba detrás mío, por instinto, por deseo, impulsivamente su cuerpo se colocó detrás del mío y en todo ese tumulto de gente, él y yo nos sentíamos, él tocaba mis piernas, pasaba sus manos por mis glúteos, pegaba su cuerpo al mío y yo lo disfrutaba, nos movíamos al ritmo de nuestro deseo, yo volteaba y lo miraba, mientras él seguía tocándome sin haberme pedido permiso, casi sin saber nuestros nombres, lo miraba y sonreía complacida, él me penetraba con sus ojos, no decíamos ni una sola palabra, sólo nos dejábamos llevar por el juego que nuestros cuerpos habían decidido jugar sin consultarnos.
Su boca en mi cuello me erizó la piel, alcancé a oirme exclamar un leve gemido de placer, su cuerpo se pegó más al mío, cogió mi boca con sus manos y me empezó a besar, en un beso irreal cargado de placer frenético, ternura, emoción, confusión, en medio de toda esa gente saltando y gritando, él y yo nos devorábamos, nos tocábamos, nos lamíamos, nos olíamos, sin pensar que había un mundo alrededor.
No pensé en más, qué íbamos a hacer después, no pensé si luego haríamos el amor en mi casa o en la suya, no pensé si nos íbamos a volver a ver, ese momento sublime hecho de música, gente, luces, besos, su cuerpo y el mío, sólo existía por una conjunción de factores y probablemente su existencia se desvanecería cuando estos se desagruparan, cuando todo esta psicodelia se desvaneciera.
Pero no fue así, no podía ser así, en esos dos cuerpos había demasiada pulsión y era absurdo, insano, obceno, desperdiciarla.
Esa noche vinimos a mi casa, nos desaparramamos completamente en la alfombra, en la sala, como si fuéramos dos amantes y amigos de toda la vida, todo era fácil, todo era simple, la música, la conversación infinita desnudando sin filtro alguno todo lo que se nos venía a la mente, todo lo que el alma nos pedía expulsar y depositar en alguien más. Confesiones de cosas que con otras personas preferíamos callar, y allí estábamos entregando más que piel y placer, estábamos entregándonos verdades. Me confesó lo que probablemente haya sido su secreto más jodido en el último año, "no tengo una erección hace meses", lo escuché echada en la alfombra mirándonos cara a cara, sentí ternura, tal vez él sintió alivio, cobijo, soporte. Acaricié su rostro, su pelo, lo besé con ternura y luego con deseo, entonces nos hicimos el amor, nos lo hicimos toda la noche incansablemente y todo el día siguiente, lo disfruté plenamente, pero esta vez con un sabor de victoria, yo había logrado que él se conectara con su sexualidad y su capacidad de sentir placer, asumo que él disfrutó nuevamente sentir que podía penetrar y darle placer a una mujer. Tal vez había más en esa historia, no lo sabía, pero en ese momento, en ese espacio sublime y especial él y yo éramos lo que cada uno necesitaba del otro.
lunes, 2 de enero de 2012
Estoy fumando un cigarro Phillip Morris rojo, es el souvenir que me dejó un amante esporádico argentino. No fumo muy seguido, los cigarros que están en mi casa, suelen ser de alguien que pasó por aquí y dejó algo más que una conversa y fluidos.
Encontré estos ahora y me acordé de la historia con este buen hombre con quien me topé la noche antes del último año nuevo.
Mi fin de año fue particularmente complejo, convulso, lleno de angustias por la presencia de un par de personas en mi vida y por la necesidad de tener que tomar alguna decisión con respecto a ellas. Aunque la vida se encargaría de tomar esas decisiones por mí más adelante.
Esa noche estaba en Cusco, para variar, porque decidí recibir el año allá, esta vez no quería ni playa ni sol, y no quería un destino desconocido, quería un lugar en el que me sintiera canchera, segura con respecto a mis movimientos, ninguna sorpresa, de repente sólo bailar y perderme en una espiral de alcohol, música electrónica y mucha gente sin rostro, sin nombre, sin voz.
La noche previa me encontré con Santi, un amigo gay limeño que había conocido en el último viaje por trabajo, nada mejor que un amigo gay para divertirse sin límites y sin riesgos.
La noche empezó con unas cervezas, algún update de los últimos polvos de Santi, luego algunos amigos más se nos unieron, y fluyeron los mojitos, las margaritas, pero como nada era suficiente al parecer para acallar mis voces internas, fue necesario inocularme redbull y vodka.
En cierto momento de la noche, la mezcla empezó a hacer efecto, yo andaba un poco en silencio, embriagándome en silencio sólo escuchando el barullo de la gente. De repente lo vi, entre el humo, la música, el laberinto, no era muy guapo pero había algo en él que llamaba mucho mi atención.
Tal vez el pelo alborotado, que le daba un look medio salvaje y desordenado lo que me encanta, tal vez la mirada de buena onda. Lo miré, en mi embriaguez lo señalé y le dije "tú, ven, vamos a conversar", aceptó inmediatamente, emocionado y nos sentamos en la barra. Muchas veces le pregunté su nombre, el lugar de Argentina de donde venía, el alcohol había afectado mi memoria a corto plazo.
No recuerdo mucho contenido para variar, pero recuerdo buenas sensaciones, muchas risas, mucha complicidad.
En un momento de estar hablando amenamente mi paupérrima capacidad para articular palabras se extinguió, de repente todo se fue al cuerno, la discoteca empezó a girar en frente mío con este hombre incluido, sólo alcancé a balbucear "sácame de aquí". Bajamos inmediatamente y caminando casi recostada en su brazo izquierdo logramos llegar a mi hotel.
Yo no tenía planeado tirarme a nadie, de hecho ya tenía suficiente con dos asuntos por resolver en mi vida, dos asuntos, dos hombres, pero allí estábamos frente a mi cama de hotel.
La borrachera cedió un poco con el aire helado y seco de Cusco, así que le dije para fumarnos un cigarro, en el baño -no está permitido fumar en las habitaciones y el baño tenía un extractor de aire-, allí estábamos sentados con el inodoro de cenicero entre los dos, y todo el alcohol que sacamos del frio bar, unas botellitas de vino, unas chelas, algo de música de mi mp3, y muy buena conversa. Era un tipo encantador y muy simple, sin poses, sin banalidades, con una maravillosa capacidad para dejarse llevar por el momento, disfrutándolo sin apurarlo, transitando la experiencia sin prisa por coger, sin ese hambre desesperado de algunos que llega a ser tan poco seductor y hasta cierto punto ofensivo.
Ya cerca de las 4 am, le dije para irnos a mi cama y allí empezamos a besarnos desesperadamente, mirando nuestros cuerpos en el espejo de la habitación, lo hicimos salvajemente, no me equivoqué con la primera impresión que tuve de él, últimamente, luego de tantas experiencias, voy notando que he desarrollado una invaluable capacidad para intuir quién es un buen amante.
Olvidé por varias horas mi angustia, me refugié en ese intercambio con un tipo más que genial, valió la pena ese momento.
Terminamos agotadísimos, y me quedé dormida inmediatamente. Al despertarme unas horas después allí estaba él, a mi lado viendo tele.
Todavía me gustaba verlo, me acarició, me dio besos muy suaves, muy tiernos, pasaba su mano por mi cabeza mientras me miraba con dulzura, entre agradecido y hasta cierto punto conmovido. "Hace mucho tiempo que no lo hacía así, nunca me pasó algo como esto, gracias por señalarme".
Yo disfrutaba sus caricias en mi espalda, sus palabras las tragaba como píldoras que me devolvían un poco el alma al cuerpo, mis ojos estaban entreabiertos, no podía hacer más, no alcancé a decir nada.
Se levantó, se cambió, y me volvió a besar, se despidió, cruzó la puerta y no lo volví a ver más. Cuando desperté más tarde tenía sus cigarros en la mesa de noche, mucha sed, y nuevamente la angustia de mis dos historias pendientes sin resolver.
Encontré estos ahora y me acordé de la historia con este buen hombre con quien me topé la noche antes del último año nuevo.
Mi fin de año fue particularmente complejo, convulso, lleno de angustias por la presencia de un par de personas en mi vida y por la necesidad de tener que tomar alguna decisión con respecto a ellas. Aunque la vida se encargaría de tomar esas decisiones por mí más adelante.
Esa noche estaba en Cusco, para variar, porque decidí recibir el año allá, esta vez no quería ni playa ni sol, y no quería un destino desconocido, quería un lugar en el que me sintiera canchera, segura con respecto a mis movimientos, ninguna sorpresa, de repente sólo bailar y perderme en una espiral de alcohol, música electrónica y mucha gente sin rostro, sin nombre, sin voz.
La noche previa me encontré con Santi, un amigo gay limeño que había conocido en el último viaje por trabajo, nada mejor que un amigo gay para divertirse sin límites y sin riesgos.
La noche empezó con unas cervezas, algún update de los últimos polvos de Santi, luego algunos amigos más se nos unieron, y fluyeron los mojitos, las margaritas, pero como nada era suficiente al parecer para acallar mis voces internas, fue necesario inocularme redbull y vodka.
En cierto momento de la noche, la mezcla empezó a hacer efecto, yo andaba un poco en silencio, embriagándome en silencio sólo escuchando el barullo de la gente. De repente lo vi, entre el humo, la música, el laberinto, no era muy guapo pero había algo en él que llamaba mucho mi atención.
Tal vez el pelo alborotado, que le daba un look medio salvaje y desordenado lo que me encanta, tal vez la mirada de buena onda. Lo miré, en mi embriaguez lo señalé y le dije "tú, ven, vamos a conversar", aceptó inmediatamente, emocionado y nos sentamos en la barra. Muchas veces le pregunté su nombre, el lugar de Argentina de donde venía, el alcohol había afectado mi memoria a corto plazo.
No recuerdo mucho contenido para variar, pero recuerdo buenas sensaciones, muchas risas, mucha complicidad.
En un momento de estar hablando amenamente mi paupérrima capacidad para articular palabras se extinguió, de repente todo se fue al cuerno, la discoteca empezó a girar en frente mío con este hombre incluido, sólo alcancé a balbucear "sácame de aquí". Bajamos inmediatamente y caminando casi recostada en su brazo izquierdo logramos llegar a mi hotel.
Yo no tenía planeado tirarme a nadie, de hecho ya tenía suficiente con dos asuntos por resolver en mi vida, dos asuntos, dos hombres, pero allí estábamos frente a mi cama de hotel.
La borrachera cedió un poco con el aire helado y seco de Cusco, así que le dije para fumarnos un cigarro, en el baño -no está permitido fumar en las habitaciones y el baño tenía un extractor de aire-, allí estábamos sentados con el inodoro de cenicero entre los dos, y todo el alcohol que sacamos del frio bar, unas botellitas de vino, unas chelas, algo de música de mi mp3, y muy buena conversa. Era un tipo encantador y muy simple, sin poses, sin banalidades, con una maravillosa capacidad para dejarse llevar por el momento, disfrutándolo sin apurarlo, transitando la experiencia sin prisa por coger, sin ese hambre desesperado de algunos que llega a ser tan poco seductor y hasta cierto punto ofensivo.
Ya cerca de las 4 am, le dije para irnos a mi cama y allí empezamos a besarnos desesperadamente, mirando nuestros cuerpos en el espejo de la habitación, lo hicimos salvajemente, no me equivoqué con la primera impresión que tuve de él, últimamente, luego de tantas experiencias, voy notando que he desarrollado una invaluable capacidad para intuir quién es un buen amante.
Olvidé por varias horas mi angustia, me refugié en ese intercambio con un tipo más que genial, valió la pena ese momento.
Terminamos agotadísimos, y me quedé dormida inmediatamente. Al despertarme unas horas después allí estaba él, a mi lado viendo tele.
Todavía me gustaba verlo, me acarició, me dio besos muy suaves, muy tiernos, pasaba su mano por mi cabeza mientras me miraba con dulzura, entre agradecido y hasta cierto punto conmovido. "Hace mucho tiempo que no lo hacía así, nunca me pasó algo como esto, gracias por señalarme".
Yo disfrutaba sus caricias en mi espalda, sus palabras las tragaba como píldoras que me devolvían un poco el alma al cuerpo, mis ojos estaban entreabiertos, no podía hacer más, no alcancé a decir nada.
Se levantó, se cambió, y me volvió a besar, se despidió, cruzó la puerta y no lo volví a ver más. Cuando desperté más tarde tenía sus cigarros en la mesa de noche, mucha sed, y nuevamente la angustia de mis dos historias pendientes sin resolver.
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