domingo, 28 de febrero de 2010

Nurse Mari

Ayer estuve de enfermera. Con una cuasi amanecida, al cuidado de uno de mis mejores amigos.
Nos conocemos desde los 12 años. En aquella época él era un caballerito, diferente al resto, noble, muy respetuoso con todo el mundo, sobretodo con las chicas, algo raro para un pata de esa edad.

Yo lo miraba un poco hacia arriba, con miedo de ser desaprobada por él en algún momento, a los 12 años yo era más un chibolo que una niña linda, un chibolo con cuerpo de niña linda, que cuando fue descubierto por la horda de mocosos en plena efervescencia hormonal se convirtió en mi principal arma de (auto) destrucción.

Mi conducta de promiscuidad en plena adolescencia, producto de mi constante búsqueda de afecto y aceptación me generaron demasiados conflictos, me desestabilizaron y él de alguna manera con esa mirada seria, de aparente serenidad emocional, me hacía sentir criticada, juzgada, y hasta cierto punto rechazada.

Sin embargo, un poco más tarde que las mías, sus bases se resquebrajaron. Alguna decepción amorosa, la neurosis de sus padres, alguna traición de un pata, de repente la vida no era para los caballeros sino para los pendejos, y había que cambiarse de piel para sobrevivir. Eramos demasiado sensibles como para tolerar tanto desorden a nuestro alrededor.

Entró en una especie de espiral de autodestrucción también, al igual que yo fue lidiando con su impulsividad, con su bronca contenida hacia la salvaje y variopinta fauna conformada por la familia, los amigos, la sociedad y el universo en general. Durante mucho tiempo se la pasó buscando respuestas en los lugares y personas equivocadas, siempre intentando encontrarse a sí mismo, siempre escapando de sí mismo.

Fue es en esa espiral en que él y yo nos encontramos, nos acercamos, nos conocimos, nos descubrimos iguales. Esos amigos del montón que conversaban en la cuadra con los demás, sin darse cuenta se atrajeron, se desearon, se identificaron.

En una fiesta de navidad, cuando mi noviecito de los 16 me dejó para celebrar mi cumple con mis amigos, luego de regalarme un peluche de lo más tierno y de tocarme un poquito más de lo que usualmente lo hacía, con cierto temor de que yo me moleste, me encontré con Él, un par de horas y mucho alcohol después en un agarre cargado de demasiada pulsión sexual, salvaje, pasional, impensable para dos adolescentes.

El y yo eramos diferentes del resto en todos los aspectos, el sexo no era la excepción, nos entendimos tanto, fue el mejor agarre que tuve en mi vida, no tuvimos sexo, pero sí mucha pasión, demasiada y quedamos marcados para siempre, esa noche de navidad dejamos de ser un par de conocidos y sin darnos cuenta cruzamos una línea.

Aunque luego de aquella vez no nos vimos y nos comportamos como dos casi desconocidos, yo supe que desde esa época y tal vez antes, nos empezamos a querer, cómo, cuándo, no lo sé, simplemente el cariño se nos instaló. Pero él tenía que seguir buscando, y con la frialdad que desarrolló por sobrevivencia se alejó de mí sin decir palabra, yo como siempre me quedé con la miel en los labios.

Un tiempo después en que yo andaba sola dando tumbos, y él también, nos volvimos a encontrar y a refugiarnos el uno en el otro, lo hicimos por primera vez en la habitación de su tío, de madrugada, escondidos, esta vez la cosa no fue tan sexual, fue tierna, sensible, íntima, yo andaba triste por un abandono más, probablemente él también, no dijimos nada, sólo nos hicimos el amor y él, en un acto de amor pasajero, profundo, efímero, pero real y sólo nuestro, se quedó dentro mío, me pidió que no me moviera, que lo abrazara y así lo hice, nos quedamos en silencio, él dentro mío, abrazándome, yo dejándome querer, algunas lágrimas cayeron, suyas, mías, y el silencio.

Luego de eso el tiempo pasó, cada uno por su lado, ambos tropezándonos, cayéndonos, derrumbándonos y volviéndonos a parar. Mucho alcohol, mucha juerga y cada vez más cinismo en su rostro, cada vez más alejado de su natural sensibilidad, escondida, protegida en algún lugar.

Nos perdimos el rastro unos 7 ú 8 años. Me mudé y me alejé de todos mis amigos del barrio, mi vida se reestructuró, y anda mejor que nunca, pero yo no sabía nada de él, cada cierto tiempo le preguntaba a algún amigo en común qué sería de él, cómo estaría, la habrá librado, estará bien?

A diferencia de mis demás amigos de esa época, por él nó sólo sentía cariño, sentía preocupación, esperaba que estuviera bien, pero mi esperanza era poca, algún comentario mal intencionado o mal informado, me hacía saber que seguía extraviado, sin hallarse, y sentía una pena extraña, tal vez porque sabía que habíamos estado en el mismo lugar, pero más aún, que él era especial, que esa sensibilidad que lo hacía comportarse como una caballerito a los 12 años, no merecía perderse en tanta mierda, que todo su potencial no debía desperdiciarse, él era demasiado especial y yo lamentaba mucho que él no hubiese podido entenderlo.

Hasta que el año pasado lo volví a ver, entró al lugar en que yo estaba con la misma risa de siempre, la misma energía, el mismo cinismo que lo hizo sobrevivir, pero que ahora tenía un matiz distinto, su cinismo era ahora optimismo, era alegría, era seguridad.

No pensé alegrarme tanto esa tarde, me paré y corrí a abrazarlo, quería treparme de él, llenarlo de besos, porque estaba feliz de que estuviera tan bien, tan vivo, tan él.

Convermos un rato, me di cuenta que algunas cosas en él no habían cambiado mucho, pero algún destello en la mirada me hacía sentir que él estaba en otro lado del camino.

Nos vimos un par de veces más, cayó en mi casa alguna vez con unos amigos a seguir la juerga, y se quedó a dormir, no habíamos perdido el toque, nos entendimos perfectamente como siempre. Pero esta vez el encuentro no fue triste, fue como un baile en la cama donde los dos de alguna manera mostrábamos que estábamos vivos, que la libramos, que estábamos de pie.

Me contó que anda haciendo en la vida lo que quiere, siempre bailó muy bien e hizo de eso una profesión, ahora vivía solo, y tenía muchos planes realizados y por realizarse, la vida encaminada, resuelta, pero bien hecha.

Durante mucho rato yo sólo lo escuché, parecía que él queria contarle a alguien cómo superó todo el desorden que era su vida, cómo había logrado encontrarse, darle un sentido a todo, y yo lo escuchaba con ternura, con amor, con alegría, con orgullo. Nos vimos algunas veces más, me gustaba verlo, me gustaba saberlo allí, haberlo encontrado de nuevo y saberlo bien.

Me fui de viaje por trabajo un par de semanas y no supe nada de él, hasta que me enteré que había sufrido un accidente, me asusté, me desesperé, pasaron muchas cosas por mi mente, toda nuestra historia, toda su historia, por qué esta mierda en este momento.

Se salvó de milagro, un camión lo atropelló cuando iba en la moto, se destrozó un brazo y un pie. Varias operaciones para reconstruirle los dos miembros.
Mucha gente movilizándose para ayudarlo, porque todo el mundo lo quiere, es imposible no quererlo.

Ahora está mucho mejor, lograron salvarle ambos miembros, principalmente el pie, que era lo que más preocupaba, porque bailar es su vida, baila hasta dormido. Pero estará parado unos seis meses.

Ayer fui a verlo, no había podido visitarlo en varios días además pensaba que necesitaba descansar.

Le llevé unas pelis, una botella de vino por si quería relajarse, un sopa wantan que me pidió, cigarros y condones, porque cuando le dije que quería que hiciera por él, lo primero que dijo fue: "sabes muy bien qué quiero".

Me recibió su mamá, feliz de que lo visite y lo acompañe, porque con el tiempo, cuando uno crece, madura, la sensibilidad vuelve, él y su mamá hicieron las pases en algún momento.

Estuvimos viendo películas, le hice cariño sentada a su lado, y luego tiramos, haciendo malabares para no golpearle el brazo o el pie, trapada sobre él en la cama clínica. Nos reimos mucho de lo poco que duró, tuve que hacer toda la chamba de límpieza post coito. Me dijo que tenía que escribir algún día todo lo que le ha pasado y que lo que pasó anoche tenía que ser escrito de todas maneras, le prometí que yo haría un post en mi blog, fue por eso que empecé a escribir, pero al final terminé abriendo el baúl de nuestra historia.

Me senté a su lado de nuevo y nos seguimos haciendo cariño. Terminamos de ver Invicto, y me eché a dormir en una improvisada cama hecha con cojines en el suelo, me dolió hasta el pelo cuando me levanté, pero lo haría un millón de veces más.

Me gustó estar con él, cuidarlo, y hacerlo feliz aunque sea por 30 segundos o menos ja ja, el pobre estaba demasiado contenido. Tomé desayuno con él hoy en la mañana y luego me fui, lo abracé y lo besé mucho, quería besarlo más y quedarme más con él, pero asumí que necesitaba un poco de espacio, volveré igual.

A pesar de lo jodida que es su situación, él está bien, con el ánimo al tope como siempre, fresco, tranquilo, sereno, y siempre guapo, siempre entero, siempre hombre.

Siempre tendrá ese porte de hombre sexy, atractivo, por el que todas se mueren, principalmente sus alumnas de baile que lo llenan de mimos y se preocupan tanto por él. Rodeado de su séquito de loquitas que se derriten con el caballero sensible, pero insondable, inatrapable, inalcanzable, sonriente, alegre pero al mismo tiempo cerrado, casi misterioso, con el corazón infranqueable.

Lo próximo será llevarlo al cine y sacarlo a pasear en silla de ruedas, aún no puede moverse porque tiene una herida en carne viva, mientras se reconstruye su piel y el brazo lleno de clavos le duele demasiado.

Tengo chamba de enfermera unos seis meses más. Y el rol me gusta porque es él, porque después de tanto tiempo me doy cuenta que lo quiero mucho, él es mi amigo de la vida con el que se comparte todo, con naturalidad, con cariño, con un amor fraternal, pero al mismo tiempo, con atracción, deseo, complicidad, empatía.

Después de tanto tiempo de conocernos, descubro que estamos hechos de lo mismo, que somos la misma persona en versión hombre y mujer, nos perdimos, nos encontramos, probablemente nos volvamos a a perder, pero siempre nos tendremos el uno al otro.

domingo, 7 de febrero de 2010

Relación con mi cliente

Allí estaba, al otro lado de la barra, solo, tomando un trago sin conversar con nadie. La disco reventaba de gente yo estaba en éxtasis con la música, rafaela carrá en versión electrónica, "para hacer bien el amor hay que venir al sur".

Nos miramos un segundo y yo sentí demasiadas cosas en su mirada, malinterpreté muchas. Me volteé inmediatamente casi en pánico, el tío es un gerente en una de las empresas para las cuales yo hago mis estudios de mercado, de hecho, yo hago un estudio sistemático para un área en la que él está involucrado,  nos hemos visto unas 5 ó 6 veces el año pasado, todas las veces que hice la presentación del maldito estudio.

El siempre serio, a veces medio molesto, con el gesto adusto, como inconforme con los resultados del estudio, yo toreando los comentarios de todos los jefes, gerentes y supervisores, que se niegan a aceptar los resultados negativos de algunas de sus tiendas.

Yo sabía que él era casado, no sé de dónde lo sabia o tal vez sólo lo presentía, nunca cruzamos palabra, excepto una vez en que me dijo que corrigiera unos colores en la presentación del informe que lo confundían.

A mí nunca me pareció tan atractivo como para reparar en él más de lo que lo haría en cualquier otro pata que asiste a la presentación, pero tampoco me era completamente indiferente, sólo que para mí estaba claro que ahí ni con él ni con nadie yo tendría algo jamás, y subrayo jamás porque no puedes tener una relación con tu cliente, no es profesional y es extremadamente riesgoso.

Pero allí estábamos esa noche, cada uno a un lado de la barra, mirándonos por ratos, escapando de las miradas y buscándolas al mismo tiempo.

Sentía muchos nervios, como adolescente, yo percibía que le gustaba y él, en ese espacio neutral donde nadie nos podía ver, me gustaba también. Al principio pensé que no querría que yo lo reconozca, pero luego las miradas eran tan insistentes que era obvio que allí había algo más.

Bailé mucho más y de repente decidí que si yo no hacía algo, él se iría y no lo vería más, y tal vez hubiera sido lo mejor, pero la tentación era fuerte. Tenía miedo de acercarme, bueno, si me rechazaba o me mandaba a rodar, estaba bien, tanto tiempo en este campo de juego me ha enseñado a no hacerme bolas por las de cal, o las de arena.

Fui por detrás, él miraba hacia otro lado, aún la gente estaba frenética, lo toqué muy delicadamente en el hombro y volteó, listo acá estamos "hola te acuerdas de mi?", soltó un "no" rotundo, sonreí y muy dignamente me dispuse a retirarme, "ok, no hay problema" le dije, me cogió del brazo "esperá" sí "esperá", olvidé mencionar que es argentino, cordobés para ser más precisos. "De dónde nos conocemos?", le expliqué, me miró fijamente, la cara, las tetas, el outfit en su conjunto, "Es que estás demasiado distinta, disculpáme, soy un completo animal", y bueno sí como todo argentino que se respete no?

Inmediatamente me retuvo, me invitó a tomar algo, su interés era más que evidente, parecía ansioso por no echarlo a perder y que me fuera, por meterme mano, por meterme el diente, porque su suerte esa noche no cambiara.

Bailamos un rato, conversamos un poco, le dije que tenía que buscar a mi amiga que andaba en la disco por ahí perdida, la encontramos y salimos de la disco en busca de un lugar más tranquilo para conversar. Dejamos a mi amiga en su casa, porque él muy caballero, no quiso dejar que se fuera sola en un taxi,  y luego enrumbamos a buscar un bar abierto.

A las cuatro de la mañana no hay casi nada abierto, así que terminamos en el casino de un hotel. Entramos al ascensor y mi taco se atracó en la puerta, no podía sacarlo y tuve que forcejear hasta que salió, me puse de mil colores, me apoyé en la pared del ascensor y sonreí avergonzada, sólo atiné a decir "lo siento" él me miró, se acercó lentamente y me besó. Fue un beso dulce, algo sexual, pero muy tierno, como si le causara ternura mi literal metida de pata.

La puerta se abrió y entramos al casino, pedimos algo de tomar y fuimos a la salita de fumadores, porque yo quería un cigarro. Encerrados, lejos del ruido, de la gente, conversamos un poco, soltó algunos chismes de la chamba, me contó que su esposa vive en Argentina, tiene dos hijos, se ven mucho en el año, pero a la relación le falta sexo, porque ella parece que anda medio retraida con el tema, aún la quiere, la quiere muchísimo, quiere a sus hijos, pero es práctico, a su matrimonio le falta algo y él no tiene reparos en buscarlo afuera. Las cartas sobre la mesa.

Suficiente conversa, nos besamos mucho en esa salita pequeña, nos besamos con ganas, con ternura, con pasión, nos gustamos y nos fuimos. La verdad, yo ya había cruzado la línea, esa que siempre dije no debes cruzar con tu cliente, pero la situación era sexy, la noche aún era nuestra, y nadie tenía por qué saberlo.

En su carro, estaba la duda pendiente, "¿a dónde quieres ir?" "a mi casa" dije, "yo sola por si acaso", "está bien, no te voy a violar ni obligar a nada" (yo sí quisiera que me violes), llegamos a mi casa, me dio su tarjeta, anotó el celular, me dijo que lo llame que le gustaría que nos veamos de nuevo. Nos volvimos a besar esta vez sin ternura, con furia, con un deseo animal, a mí la líbido se me había dormido en estos días, pero en ese momento despertó como una fiera salvaje, mordiéndome el cuello me dijo "te haría el amor aquí mismo en el carro" mierda, con lo que me seduce tirar en un carro, él quería hacérmelo allí ya no podía esperar, pero no teníamos condones. Así que insistió , "vámonos a otro lugar a hacerlo como se debe", ya no pude resistirme más.

Llegamos a un lugar donde seguro ha ido muchas veces, entramos a la habitación y no paramos, él tiene 39, es muy atlético, yo esperaba una mediana performance pues ya he estado con patas base 3 y no les va muy bien con el alcohol, el condón y la edad, pero él parecía de 20. Lo hicimos dos veces antes de dormir y una más al despertarnos, bueno al despertarme yo porque él no durmió más.

Fue rico, dulce, tierno también. Me llevó a mi casa a plena luz del día. Cogí la tarjeta que me dio y anoté mi número atrás, se la devolví, "pero y tú no vas a tener mis datos ahora", "no los necesito" le dije, "yo no pienso volver a llamarte", se sorprendió, pero le expliqué que yo no iba a llamarlo porque no pensaba complicarle o complicarme la existencia, pero que si él quería verme alguna vez estaba bien. Igual me dio su tarjeta, y me dijo que nos veríamos otra vez. "Gracias por haberme hablado ayer en la noche, ha sido muy bueno conocerte, disfrutarte, me gustaría verte de nuevo". Al filo de la navaja, mi lugar favorito.

No sé si me llame, pero sí quisiera verlo alguna otra vez, aunque esto sabe bien, huele muy mal, y ya sabemos cómo me gusta complicarme la existencia no? Veremos qué pasa.

El príncipe Sapo

Los cuentos de hadas aún existen, claro con variantes bastante interesantes, de hecho hay todo un afán por ensayar nuevos finales donde la princesa decide no casarse con el príncipe, caperucita termina comiéndose al lobo, y los príncipes se convierten en sapos, esto último es bastante recurrente sobretodo después del primer tire.

Hoy a mis 33 años, mis cuentos de  hadas sufren procesos similares a las parodias de scary movie, terminan también como una historia ácida que nos sirve a mis amigas y a mi, de motivo para la siguiente chupeta y en pleno aquelarre, nos liberan del yugo de creer que todo debe ser romántico y que el amor está a la vuelta de la esquina.

Mi cuento de hadas más patético ocurrió a fines del año pasado, para mayores referencias pueden leer mi post "milagros inesperados". Muchos suspiraron y hasta derramaron una pequeña lagrimita al verse reflejados en esa tierna historia de amor traida desde la adolescencia.

Todo hacía parecer que teníamos una love story con final feliz ad portas, un mito urbano más de esos que creamos y alimentamos con la vergonzosa esperanza inconfesa de seguir creyendo que el amor existe y que todos tenemos un ticket ganador, sólo es cuestión de estar en el lugar correcto, con la persona correcta en el momento correcto y claro, de hecho hay alguien allá arriba moviendo los hilos del destino para que podamos cobrar nuestro premio.

Bueno, lamento mucho echarles a perder la ilusión y decirles que lo más probable es que no tengamos ticket ganador, yo por lo menos hasta ahora creo que no compré ninguno. La huevada que parecía ser una de mis historias de amor más tiernas y sublimes fue un fiasco total, una farsa de las más ridículas.

O sea la historia era cierta, de hecho todo lo que escribí en ese momento lo senti, lo vivi. Pero hubo cálculos mal hechos.

Partamos de que conoci a este pata cuando yo tenia 12 años y él 18, algo no andaba bien ya con él desde esa época, o era un pedófilo o tenia problemas serios para relacionarse con chicas de su edad.

Luego, lo volvi a ver sólo dos semanas, cuando yo tenia 17 años, época en que además de ser joven e inexperta, andaba con un coctel emocional bastante disfuncional que en definitiva no me permitia usar adecuadamente el juicio y ver las cosas en su real magnitud.

Mi idolatrado e idealizado príncipe azul, probablemente tenía en ese tiempo las mismas taras que le encontré ahora en la adultez, pero yo no estaba en la capacidad mental de reconocerlo.

Asi que lo guardé en el baúl de mis añorados recuerdos envuelto en tules y terciopelos como uno de mis más apreciados tesoros.

Cuando reapareció lo saqué del baúl tal cual lo habia guardado a los 17 años, inmaculado, casi criogenizado, y al tomar contacto con la atmósfera, sólo duró un corto tiempo con esa imagen maravillosa, luego se deterioró entre mis manos.

Saben que es lo peor de todo? Que ni siquiera me divierto escribiendo este post, porque todo con el fue taaaaaaaaaan extremadamente aburrido, que ni siquiera me sirve para hacer un post interesante.

Vino a Lima, salimos varios días, y si bien pude valorar su esfuerzo porque todo fluyera bien, por ser un caballero (bueno, en la medida en que se lo permite su camuflada misoginia) y por mostrarse como un tipo espontáneo, divertido, con mucha energía y creatividad, la verdad es que todo fue soporifero. Es verdad que yo tenía un cansancio desgraciado producto de mis seis salvajes noches en Cusco, pero si hubiera venido de una cura del sueño, relajada y renovada, estoy segura que me hubiera aburrido igual.

Me tuve que soplar sus infinitas, interminables y diazepanescas historias en los mismos lugares a los que siempre suele ir, donde hacía gala de su excesivo afán por demostrar que siempre tiene la razón, que con su plata compra todo lo que da la gana y de cómo es capaz de regalar propinas astronómicas y ayudar a desvalidos en las calles dándoles un billete de 100 dólares mientras el resto de la gente lo mira como si fuera un loco, "no entiendo por qué me miran así", porque claro, da el billete cuando todo el mundo lo mira.

A esto se le sumaban las historias de todas las veces que iba al mall a comprar ropa y cuánta plata gasta en ropa y cuán importante es para él que los zapatos combinen con el color de la camisa, y cómo es capaz de tirar a la basura un par de zapatos nuevos sólo porque pisó caca, sí!!! porque le da demasiado asco!!! bueno queridas psicólogas, creo que hasta aquí ya tenemos casi casi el diagnóstico no?

En los cinco días que estuvo en Lima sólo tiramos tres veces, no tres sesiones amatorias ah, tres polvos: 1, 2 , 3, uno más corto que el otro, uno más esquemático y controlado que el otro, uno más reprimido que el otro. Lo peor es que había mucha pulsión de su parte, muchas ganas, pero este tío tiene un serio problema para dejarse llevar, para entregarse, creo que si por él fuera lo hubiéramos hecho con la luz apagada y sin quitarnos la ropa, un desperdicio semejante instrumento, porque eso sí, no puedo ser mezquina en este aspecto, la tiene I-N-M-E-N-S-A, lo que finalmente termina incrementando mi frustración por supuesto.

Este es pues entonces mi príncipe sapo, un neurótico de libro, que aún no puede soportar el abandono de la primera esposa, a quien por cierto no culpo en lo más mínimo y que probablemente sea abandonado por la segunda, cuando ésta crezca y descubra el mundo, la chiquilla tiene 20 años y él 39. ¿Comenzamos la cuenta regresiva?

Luego de este desencuentro no hablamos más, pero no porque todo fuera un fiasco, sino porque le ofendió mucho que yo estuviera con otro pata mientras él y yo flirteabamos por el chat, encima desubicado, creo que no se acordó que estaba casado.

Y me cortó, aún me río, él me cortó!!, me dijo que ya no me queria de amante sino sólo como amiga. What? Amante? Que palabra tan rimbombante. Lamenta mucho haber perdido el status de amante que tanto anhelé en la vida, uff estuve a punto de lograrlo!

Aún no le digo lo que pienso de él, porque teniamos pendiente una conversacion telefónica que la verdad siempre evité, porque me da tanta flojera decirle lo que pienso de él. Probablemente no lo entienda.

Como sea, fin de la historia. No les parecio aburridisima?

Lo único que me queda al final de este plato amargo es una gigantesca sensación de cacha, y me río mucho de mí misma.