Los cuentos de hadas aún existen, claro con variantes bastante interesantes, de hecho hay todo un afán por ensayar nuevos finales donde la princesa decide no casarse con el príncipe, caperucita termina comiéndose al lobo, y los príncipes se convierten en sapos, esto último es bastante recurrente sobretodo después del primer tire.
Hoy a mis 33 años, mis cuentos de hadas sufren procesos similares a las parodias de scary movie, terminan también como una historia ácida que nos sirve a mis amigas y a mi, de motivo para la siguiente chupeta y en pleno aquelarre, nos liberan del yugo de creer que todo debe ser romántico y que el amor está a la vuelta de la esquina.
Mi cuento de hadas más patético ocurrió a fines del año pasado, para mayores referencias pueden leer mi post "milagros inesperados". Muchos suspiraron y hasta derramaron una pequeña lagrimita al verse reflejados en esa tierna historia de amor traida desde la adolescencia.
Todo hacía parecer que teníamos una love story con final feliz ad portas, un mito urbano más de esos que creamos y alimentamos con la vergonzosa esperanza inconfesa de seguir creyendo que el amor existe y que todos tenemos un ticket ganador, sólo es cuestión de estar en el lugar correcto, con la persona correcta en el momento correcto y claro, de hecho hay alguien allá arriba moviendo los hilos del destino para que podamos cobrar nuestro premio.
Bueno, lamento mucho echarles a perder la ilusión y decirles que lo más probable es que no tengamos ticket ganador, yo por lo menos hasta ahora creo que no compré ninguno. La huevada que parecía ser una de mis historias de amor más tiernas y sublimes fue un fiasco total, una farsa de las más ridículas.
O sea la historia era cierta, de hecho todo lo que escribí en ese momento lo senti, lo vivi. Pero hubo cálculos mal hechos.
Partamos de que conoci a este pata cuando yo tenia 12 años y él 18, algo no andaba bien ya con él desde esa época, o era un pedófilo o tenia problemas serios para relacionarse con chicas de su edad.
Luego, lo volvi a ver sólo dos semanas, cuando yo tenia 17 años, época en que además de ser joven e inexperta, andaba con un coctel emocional bastante disfuncional que en definitiva no me permitia usar adecuadamente el juicio y ver las cosas en su real magnitud.
Mi idolatrado e idealizado príncipe azul, probablemente tenía en ese tiempo las mismas taras que le encontré ahora en la adultez, pero yo no estaba en la capacidad mental de reconocerlo.
Asi que lo guardé en el baúl de mis añorados recuerdos envuelto en tules y terciopelos como uno de mis más apreciados tesoros.
Cuando reapareció lo saqué del baúl tal cual lo habia guardado a los 17 años, inmaculado, casi criogenizado, y al tomar contacto con la atmósfera, sólo duró un corto tiempo con esa imagen maravillosa, luego se deterioró entre mis manos.
Saben que es lo peor de todo? Que ni siquiera me divierto escribiendo este post, porque todo con el fue taaaaaaaaaan extremadamente aburrido, que ni siquiera me sirve para hacer un post interesante.
Vino a Lima, salimos varios días, y si bien pude valorar su esfuerzo porque todo fluyera bien, por ser un caballero (bueno, en la medida en que se lo permite su camuflada misoginia) y por mostrarse como un tipo espontáneo, divertido, con mucha energía y creatividad, la verdad es que todo fue soporifero. Es verdad que yo tenía un cansancio desgraciado producto de mis seis salvajes noches en Cusco, pero si hubiera venido de una cura del sueño, relajada y renovada, estoy segura que me hubiera aburrido igual.
Me tuve que soplar sus infinitas, interminables y diazepanescas historias en los mismos lugares a los que siempre suele ir, donde hacía gala de su excesivo afán por demostrar que siempre tiene la razón, que con su plata compra todo lo que da la gana y de cómo es capaz de regalar propinas astronómicas y ayudar a desvalidos en las calles dándoles un billete de 100 dólares mientras el resto de la gente lo mira como si fuera un loco, "no entiendo por qué me miran así", porque claro, da el billete cuando todo el mundo lo mira.
A esto se le sumaban las historias de todas las veces que iba al mall a comprar ropa y cuánta plata gasta en ropa y cuán importante es para él que los zapatos combinen con el color de la camisa, y cómo es capaz de tirar a la basura un par de zapatos nuevos sólo porque pisó caca, sí!!! porque le da demasiado asco!!! bueno queridas psicólogas, creo que hasta aquí ya tenemos casi casi el diagnóstico no?
En los cinco días que estuvo en Lima sólo tiramos tres veces, no tres sesiones amatorias ah, tres polvos: 1, 2 , 3, uno más corto que el otro, uno más esquemático y controlado que el otro, uno más reprimido que el otro. Lo peor es que había mucha pulsión de su parte, muchas ganas, pero este tío tiene un serio problema para dejarse llevar, para entregarse, creo que si por él fuera lo hubiéramos hecho con la luz apagada y sin quitarnos la ropa, un desperdicio semejante instrumento, porque eso sí, no puedo ser mezquina en este aspecto, la tiene I-N-M-E-N-S-A, lo que finalmente termina incrementando mi frustración por supuesto.
Este es pues entonces mi príncipe sapo, un neurótico de libro, que aún no puede soportar el abandono de la primera esposa, a quien por cierto no culpo en lo más mínimo y que probablemente sea abandonado por la segunda, cuando ésta crezca y descubra el mundo, la chiquilla tiene 20 años y él 39. ¿Comenzamos la cuenta regresiva?
Luego de este desencuentro no hablamos más, pero no porque todo fuera un fiasco, sino porque le ofendió mucho que yo estuviera con otro pata mientras él y yo flirteabamos por el chat, encima desubicado, creo que no se acordó que estaba casado.
Y me cortó, aún me río, él me cortó!!, me dijo que ya no me queria de amante sino sólo como amiga. What? Amante? Que palabra tan rimbombante. Lamenta mucho haber perdido el status de amante que tanto anhelé en la vida, uff estuve a punto de lograrlo!
Aún no le digo lo que pienso de él, porque teniamos pendiente una conversacion telefónica que la verdad siempre evité, porque me da tanta flojera decirle lo que pienso de él. Probablemente no lo entienda.
Como sea, fin de la historia. No les parecio aburridisima?
Lo único que me queda al final de este plato amargo es una gigantesca sensación de cacha, y me río mucho de mí misma.
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