Tengo casi cuatro meses de vuelta en el campo de batalla, ya pasé por todas las fases post ruptura: negación maníaca del dolor, desintoxicación, depresión (la que no duró mucho por cierto), luego algunas lesiones en el campo por falta de práctica, pero finalmente esta huevada es como montar bicicleta, nunca se olvida.
Y con más experiencia, una mejor posición económica, los músculos endurecidos por el gimnasio y el cinismo frente al amor como bandera, este juego se me volvió simple, divertidísimo, excitante, podía jugar de igual a igual con cualquier "oponente" que se me cruzaba en el camino y salía bien librada, nos divertíamos, hasta donde nos daba la piel, y luego cada uno su camino, pero claro nos quedábamos un poco gravitando en la órbita del otro, una llamada de vez en cuando, un encuentro casual en algún bar, otra vez a la cama y luego otra vez a la órbita, sin problemas.
Además, valgan verdades, desde que apareció el novio de la infancia, como que la valla estuvo muy alta, entonces estaba complicado que alguien me llenara la alforja, la tenía completamente llena, copada, feliz con nuestro idilio cibernético, con nuestro encuentro siempre pendiente, entre cerca y lejos, compartiendo la vida cada uno en su espacio y a su manera, pero con la promesa de vernos pronto, de amarnos pronto, de amarnos siempre no importa con quien ande él, no importa con quién ande yo.
Pero el novio de la infancia y yo tuvimos un break, de comunicarnos todos los días y a toda hora, intercambiar fotos, frases dulces, envíos de rosas y la adrenalina de "casi encuentro el pasaje para ir a verte", pasamos a cero comunicación, por motivos n, de hecho retomamos con fuerza, pero en el tiempo de su desaparición, la sequía fue grande. Por ahí hubo un envío de un mensajito, como un caramelito para el bajón de azúcar y que no me desmaye mientras aparece. Engullí el caramelito, pero el azúcar aún seguía baja.
En ese escenario, decidí que era tiempo de airearme un poco y ante una prolongada etapa de cero sexo con nadie (cuatro o cinco semanas desde que apareció el novio) dije, "es tiempo de mimar a este cuerpito". Pero no quería nada antiguo, sino algo diferente, empezar el flirt desde cero, quería un poco de coqueteo, de seducción pero sobretodo, quería carne nueva.
El santo del gordo, mi pata el gordo, era la ocasión ideal para salir de cacería y así lo hice.
Llegué regia, apretadita, con la piel exfoliada, exudando sexo por los poros, podía notar el resultado en el aire. Había material para escoger, no mucho, pero digamos que se podía hacer algo interesante. Sin embargo no me decidía a dar el paso inicial, de hecho el paso lo dieron algunos pero por más que busqué no encontré la química y no quería irme con alguien que sólo me gustara, quería fuegos artificiales, y hasta ese momento todo eran unas tímidas chispitas.
Ninguno de ellos pasaba de la atracción física, so, seguí esperando a que aparezca el indicado. La noche avanzaba y la cosa no mejoraba, aún no encontraba esa mirada que me dijera "éste es" . El gordo y todos sus amigos ya se habían emborrachado y yo andaba por el mismo camino, a punto de irme sola a mi casa, porque no me iba a ir con menos de lo que me había trazado como meta.
De repente pasó, lo vi, caminando solo, directo al fondo del bar, yo lo vi y ya no me pude despegar de él, mi mirada lo cogió, casi lo capturó, él me miró casi reaccionando a semejante invasión, nos miramos, y la emoción iba en crecimiento, hasta llegar a un punto crítico en que la mirada no bastaba y había que decir algo, pero se perdió entre la gente, y me propuse no dejarlo ir, yo te gusto, tú me gustas, si tú no hablas lo hago yo.
Esperé paciente y sigilosa como un puma espera a su presa agazapado entre la maleza (los amigos del gordo), en eso salió, allí estaba otra vez, mi mirada fue la flecha, se la clavé y no lo iba a soltar, él continuó mirándome y yo murmuré alguna frase tímida producto de mi paroxismo visual, imagino que él no entendió lo que dije, ni yo lo recuerdo, sólo me vio mover los labios. Entonces se acercó y yo a él, ambos al mismo tiempo.
Protocolo de rigor, cómo te llamas con quién viniste, que haces, al punto: "estoy con unos amigos, nos vamos al centro, vienes?" "claro" dijo él, "cazado!"dije yo.
Le presenté al gordo y le dije que era su cumple, el gordo sacó su alma de proxeneta y pidió una chela, yo me horroricé, pero El, todo lindo, dulce, espontáneo, juguetón, como me gustan los hombres dijo "es su cumpleaños, vamos a comprarle la chela" me cogió de la mano y fuimos a la barra, "perfecto, esto está buenisimo".
Nos sentamos a un lado, lejos de la manada que ya estaba en trance por el alcohol y algo de The doors, conversamos un poco de cualquier huevada y luego vino la negociación. "¿Qué tal si no vamos con tus amigos al centro y nos vamos a mi depa?" preguntó El. "No sé, es el santo de mi mejor amigo", "Tengo una mesa de billar", "Ok vao", la negociación más corta de mi vida (bueno, casi la más corta).
Me seducen las mesas de billar, me seducen en el depa de alguien, me seducía él y bueno sorry gordis, la necesidad es hereje, so lets go.
Nos despedimos, salimos rumbo a comprar chelas, condones y a jugar en la mesa, con las billas o con lo que fuera.
En el depa todo fluyó mostro, tomamos un poco, escuchamos música, desalojamos a su perra del cuarto (una perra de verdad por si acaso) y bueno al punto. El asunto estuvo de regular a bueno, o sea nada de fuegos artificiales, pero digamos que la situación completa, desde el primer contacto fue rebuena, fumamos un poco de marihuana, yo sólo un toque porque con el alcohol me juega malas pasadas, pero me puso lo suficiente como para disfrutarlo con más intensidad, nos quedamos dormidos.
Al dia siguiente, me tenia que ir porque tenia un par de reus desde temprano, preguntó si me podia quedar, eso me gustó pero no podía, quedamos de que me llamaria más tarde para ver si nos juntábamos.
No le crei mucho y no me importaba, hasta ahí para mí era un polvo eventual y punto. De hecho, no me queria dar su celu, sólo me pidió el mío, mi suspicacia le hizo confesar que andaba con novia, mejor dije, la situacion es mas sexy aún y también más eventual.
Me fui a lo mío, aún un poco ebria, aún con su sabor en la boca. Segui embriagándome en esta reu, estaba casi casi de boleto, a cierta hora ya no jalaba más, me fui a mi casa y en el camino, me llamó. Genial. "Te busco en tu casa más tarde", "Perfecto lleva vino, condones y marihuana, cáete a eso de las nueve".
Dormí un poco, llegó puntual, y comenzó la faena, estuvimos todo el fin de semana. Comimos, chupamos, fumamos, tiramos, nos gastamos las dos cajas de condones, de hecho el domingo tuvimos que comprar una más. ¿Nueve polvos ? Casi, algunos condones se desecharon luego de tanto uso, sin necesariamente tener un final. Yo tuve como cincuenta orgasmos. 28 añitos, excelente performance. Ahora sí hubo fuegos artificiales!
Nos dormimos tarde el sábado, el domingo la pasamos juntos, fuimos a comer, a comprar algunas huevadas para mi casa, me regalo una velita, no es un tierno? Y luego volvimos a seguirla.
Pero todo este trance que pareciera sólo de sexo desenfrenado, no fue sólo eso, hubo mucho cariño, muchos mimos, mucho dormir abrazados, algún "seria tan fácil enamorarme de ti" o "me gustas tanto" , y cada una de sus palabras, de sus gestos, de sus caricias, se iban acomodando dentro mio.
"Ok querida cuidado", me dije a mí misma en algún momento en que sus brazos me atraparon cuando intenté moverme de la cama, esto es una dosis muy fuerte que te puede volver adicta en una, ¿a mí? ¿la canchera?, ni cagando, mañana me olvido de este huevón, de este huevón adorable, que esta guapisimo, que es un cague de risa, que tira buenazo, que es super tierno, que se rie de todo, que camina conmigo de la mano por la calle, que me abraza a cada rato, que le encanta mi piel, que le encanta mi olor, que me seduce, que me engrie, ¿ya dije que tira buenazo?, sí seguro que mañana me olvido de este huevón.
Pero hubo acá algunos errores de cálculo. Este tío es exactamente el tipo del que me enamoraria sin pensarlo. En otro momento de mi vida y con menos cordura de la que tengo hoy, me hubiera enamorado de él en una, bueno, me hubiera ilusionado como una cojuda y hubiera creido que es amor, que para efectos prácticos es lo mismo.
La mañana del lunes llegó y se fue, con la condición de que lo llame o lo mensajee, de que nos veamos en la semana, de que cuando esté en Cusco (porque tuve que ir a Cusco de nuevo por chamba) no me olvide de él y lo llame, hasta con su cuota de celos vino el paquete, reina estaba yo.
El lunes lo llamé, hablamos un rato, la cosa por teléfono siempre es más fría, además sin alcohol y sin marihuana el amor se evapora no? Yo estaba impregnada de él, y me jodia el cambio de ritmo, quedé de llamarlo en la noche. Lo hice, tenía apagado el cel, mierda, seguro llegó la novia que andaba de viaje.
Al día siquiente intenté llamarlo y el cel apagado igual, todo el dia, de hecho lo perdió, le mandé un mensaje al hot, ok sorry nena pero esto ya está pasando a un tono más oscuro.
Todo el fucking martes medio triste, sin una puta llamada, la madrugada del jueves viajaba a Cusco, se supone que nos veriamos antes de que yo viaje, el martes tuve pesadillas, soñé que habia fantasmas en mi casa, que habian invadido mi fortin, me senti amenazada vulnerada, dormi hasta el culo, con el cel y el fijo al lado por si en algún momento llamaba, entró una llamada a las cuatro de la mañana era el taxi que me iba a llevar al aeropuerto, se huevearon en la oficina y lo pidieron un día antes, entre sueños pensé que era él, a las 7 de la mañana, otra llamada, pálpitos acelerados, era la directora del colegio de mi sobrina, puta madre.
Me desperté con una ojeras inconmensurables, fui a la chamba, bajoneada, triste, angustiada, mierda, no me jode que algún tire eventual desaparezca, pero este huevón super lindo se pasó el fin de semana entero conmigo y fue increible. Cedí demasiado, calculé mal.
Dos de la tarde en punto, terapia con CB, mi psicóloga, escudriñamos el asunto, fantasmas de abandono vinieron desde mi niñez, rabia y frustración por la endulzada y la desaparición, por la agarrada de huevona. A la pendejaza, el pendejo y medio la cagó.
Sali restablecida, poniendo al fantasma en su lugar, pero aún con la bronca de que no me llame más, carajo Marita, sólo es un dia, pues es suficiente para mi, si yo quiero llamarlo a cada rato, el deberia querer lo mismo, los fantasmas de abandono junto con el orgullo herido y la humillacion adportas, resultado: coctel amargo y fulminante aún para la estabilidad más fría y arrogante. Además, claro, siendo sincera, extrañaba el buen sexo.
Yo todo el tiempo sabía que él no era un prospecto ni cagando, me transmitía la sensación de ser muy volátil, voluble, evaporable en realidad, etéreo, inestable, así que por más lindo que la pasáramos, haciendo las matemáticas, el huevón hubiera sido la pareja ideal en el país de las maravillas, pero ni cagando en la realidad. Además, con lo vulnerable que me dejó tras su desaparición repentina luego de casi jurarme amor eterno, yo estaba en una situación complicada.
Pero aún quedaba un cartucho por quemar, yo seré quien cierre la puerta y apague la luz, vanidad, el pecado favorito del demonio, asi que lo llamé y finalmente contestó.
El como si nada, yo tuve una sesión completa con la terapeuta hablando de este huevón y él como si nada, "voy a tu casa en la noche", "ok, dale". Pensé, tengo dos opciones o lo choteo ahorita en una, porque ya tenia un compromiso con uno de mis mejores amigos, o lo metia de nuevo a mi cama y exhorcizaba el demonio, con el riesgo de que el demonio tomara completa posesión de mi cuerpo y alma.
Me la juego. Llegó puntual, entre besos tiernos, reclamos caletas por la desaparición, disculpas dulces por haber "desaparecido" dos días, nos fuimos a la cama, dos polvos magistrales, y luego la despedida.
¿Piensas en mi cuando estes en cusco? Por supuesto. ¿Me llamas? De todas maneras. ¿Nos vemos cuando vuelvas? Por supuesto.
Dormi como un bebe, viajé a Cusco y mientras estuve de viaje de hecho que pensé en él, pero tomé distancia, tuve por ahí algunos flirts interesantes y sentí que la situación estaba manejadaza, él en su lugar, fuera de mi fortin, a la mano para cualquier necesidad, lindo como es, con un estatus diferente ahora, sentí que había recuperado el control, tengo un back up de puta madre, mis sentimientos están en su lugar y él también.
Volví a Lima, con demasiado alcohol en el organismo luego de cinco noches en Cusco, soroche de bajada, un cansancio impresionante (me digo esto a mí misma, para no perder de vista los efectos de todo este coctel en el organismo) y luego de organizar mi vida en la oficina, lo llamé, sí, lo llamé apenas llegué a mi casa.
"Ya estás en Lima?" "Sí, me vienes a hacer unos masajitos?" "Voy a verte a la hora del almuerzo". Yo vine extremadamente cachonda de Cusco, porque por ahí que hubo algún encuentro medio inconcluso, so necesitaba un buen polvo, pero no quería verlo solo por eso, queria verlo simplemente, estar con él, hasta le traje un regalo (estaba cagadaza).
Así que me alisté y llegó, casi lo violé, lo hicimos tres veces en menos de una hora, el sol encima nuestro, el calor, la bulla abajo de la calle, de los niños que salían del jardín de niños que hay en el primer piso de mi casa, verlo a plena luz del día, hacerlo sin alcohol, sin marihuana, con el deseo contenido todo el tiempo de quitarnos el condón y de sentir nuestra piel directamente, la situación era como él, una fantasía bizarra. Fue demasiado otra vez.
Y entre líneas como siempre las palabras dulces, tiernas, la constante posibilidad de podernos enamorar. Enamorar, esa palabra que ya casi habia salido de mi vocabulario. Esa palabra horrorosa, que casi me daba náuseas pronunciar, de repente se colaba entre nosotros cuando nos mirábamos a los ojos.
Se fue de mi casa, con la idea de vernos esa noche o la siguiente, yo con su sabor y su olor en mi piel, en mi boca, en todos mis sentidos. Esperando volver a verlo.
No lo vi más, cuatro días después del útlimo encuentro me llamó temprano para vernos, yo ya tenía planes pero había la posibilidad de vernos más tarde. Lo llamé en la noche, y dio la estúpida estocada, un quiebre de timón aparentemente sin razón. Me canceló por la novia, esa novia que aún no sé si existe.
Tengo miles de hipótesis en la cabeza, una más incoherente que la otra, y prefiero creer que no soportó mi libertad, que tal vez yo para él también era un riesgo, que así como yo, él también sintió miedo. Su orgullo y su miedo fueron más fuertes que su deseo de estar conmigo, su juego es tal vez más controlado, más frío, más calculado. Esta vez me cazaron.
Hoy a duras penas me escapo de la trampa, herida, magullada, dolida, rabiosa. Estoy refugiada en mi huarida, lamiéndome las heridas, con las manos vacías, con el deseo en la piel, con la furia y el deseo de venganza. No lo consumaré, pero tengo tantas ganas de devolverle el golpe, lo peor es que tal vez no tenga oportunidad de hacerlo.
Me repongo, esperando el momento de volver a cazar, de volver al campo de juego. Y aunque siento rabia, no puedo negar que hacía tiempo no saboreaba el placer de algo muy parecido a un sentimiento. Me ha costado aceptarlo, pero todo hace parecer que aún no me he convertido en piedra.
Para los amantes de las luchas ficticias, esas que nos inventamos todos los días para hacer más divertida la estancia en el planeta...masocos todos
viernes, 27 de noviembre de 2009
miércoles, 25 de noviembre de 2009
Cusco mon amour
Cusco es exageradamente mágico, obsceno, místico, libre.
Fui después de muchos años, por trabajo, pero desde que bajé del avión sentí que estaba lidiando con todo ese aire bohemio, armoniosamente desenfrenado, poéticamente caótico diría yo.
Soy excesivamente responsable con mi trabajo, así que había una constante lucha interna y externa por mantener el orden y al mismo tiempo disfrutar el aire cargado de tanta pulsión.
Viajé en un momento muy complicado de mi vida, estaba acabando mi última relación, el último tren que tomé del que ya había estado buscando saltar varias veces, y aunque habia decidido continuar en él, el viaje a cusco desbarató todos mis planes de autoncontención, de autocastramiento, y sin darme cuenta, el fondo de mi ser sabía que me iba a dejar empujar.
La experiencia fue intensa, y de hecho valió la pena, no sólo por los resultados en mi vida hasta hoy, sino por lo que viví en esos cuatro días, en esos dos últimos días para ser más precisa.
Dos noches antes de volver a Lima me quedé sola, mi acompañante se regresó a Lima, y yo continué el trabajo por mi cuenta. Como era evidente no me iba a quedar en mi cuarto viendo pelas y comiendo chocolates, mientras la ciudad rugía allá afuera. Tal como me pasó en Arequipa, tenía miedo de salir sola, pero había que hacerlo, porque no me podía perder Cusco de noche.
Fui a dar unas vueltitas a la plaza, básicamente a respirarme la noche, a inocularme cusco por los poros. Me planté un rato por ahí, con un poco de frío, pero todo bien.
Chequeé algunos bares a ver qué onda, de hecho era un poco temprano, así que las discos aún no estaban disponibles.
Me metí finalmente a un pequeño barcito donde tocaba un grupo remonse dizque música cubana. En fin en cusco todo es maravilloso. Me senté al fondo en una barrita pequeña (todo el bar era diminuto), pedí una cusqueña (allá son más ricas aún) y a disfrutar mi noche bohemia.
Todos los niños del barcito andaban emparejados, de hecho, ninguno de ellos era mi tipo, no me gustan los europeos, menos los turistas europeos (porque parece que tienen serios conflictos con el agua), aunque no se le puede quitar mérito a los españoles e italianos, pero creo que esa noche habían puros belgas, o sea...
Además no salí en plan de pesca, aún andaba con el novio y aunque el amor andaba pegado con curitas, no era mi idea cagarlo.
A cierta hora entró él, demasiado crudo para mi gusto, insufriblemente chibolo, (sí, yo lo digo) esa gorrita de lana recontra surferita y su onda medio desaliñada, éste es sudaca, es más, es peruano, y dije, no gracias, peruano, chibolo, pastrulo, sorry pero espero que no empiece con alguna típica cojudez de peruano acomplejado.
Cuando empezó a preguntar por todos los tragos de la carta, escuché mejor el acento, era argentino, puta madre, peor, no hay gente que odie mas que los argentinos. Son extenuantemente pedantes, son los arequipeños de sudamerica br /> Comenzó a hablar de unas pipas de agua, y no sé qué onda con el tema, de hecho cuando preguntó por ellas reelaboré: chibolo, argentino y pastrulo, me muevo de la barra en este momento.
Sin embargo luego me enteré que con las pipas estas se fuma tabaco y el asunto es interesante y con manzanas no sé qué, y me pareció un tipo bacán, contra todo pronóstico, confirmamos de dónde eramos cada uno y poco a poco hablamos de algunas huevadas más, interesante y ameno por lo menos.
De hecho sentía que no nos gustábamos para nada, que entre nosotros había más bien una química de patas,y eso me gustaba mucho, para mí él era el "argentinito", así lo llamaba y yo era obviamente "che".
Le dije para tomarnos algo más, pero como el barcete ya cerraba él propuso buscar otro hueco, me pareció mostro, nos encaminamos a un bar en el que yo ya había estado un par de noches atrás.
Caminábamos por la callecita de San Blas, como dos patas del barrio, yo con la casaca amarrada a la cintura, él con la gorrita pastrula, con una buena onda increíble, realmente nos sentíamos cómodos, sin poses, ni huevadas, éramos un par de patas que decidieron acompañarse un rato, conversar y pasarla mostro en Cusco.
Llegamos al sitio, tomamos un par de cosas, hablamos de los tragos, de lo que hacía yo, de lo que hacía él, andaba mochileando por sudámerica nada menos el pibe. Y yo claro, envidiando los huevos que había tenido para dejar un rato la universidad y mandarse a palpar la historia que tanto le gusta y conoce.
Recordé y me enteré muchas cosas de nuestra historia como continente que el niño éste se las sabía como si fuese una biblioteca, pasamos mucho rato conversando y me divertía mucho escuchándolo y luego peleándonos porque claro, no puedes conversar con un argentino que se respete sin pelearte con él por su eterno y enfermizo afán de considerse una raza superior.
Los dos macchupicchu que me tomé hicieron efecto, el pibe se tomó dos daikiris (trago de gay), así que había una desventaja, pero la noche se abría ante nosotros por igual, aunque con diferentes matices.
Él era un nómade, autoproclamado hijo de una tierra sin nombre, sin límites, su libertad era un modo de vida, yo era una experiencia más, parte de toda la mística que envolvía su camino.
Yo por el contrario, era un citadina estresada, harta de una atadura autoimpuesta por temor a lanzarme a reconocer mis verdaderos deseos, en ese momento yo sólo anhelaba tener los cojones que este mocoso de 25 años había tenido para lanzarse al vacío, yo con 32 tenía miedo de haber dejado pasar la oportunidad de vivir, algún día de mi vida, sin saber qué cuernos sería de mí mañana, yo queria tragarme su experiencia, hacerla mía, tener el valor para coger mis cuatro trapos, mi cámara y el ipod y salir a perderme sin temor de no encontrarme.
Estábamos en lados opuestos, pero parados exactamente en el mismo punto del camino. Esta mezcla de libertad, prohibición, desenfreno, nos tragaba como un hoyo negro y ninguno de los dos oponía la más mínima resistencia.
Fuimos a bailar, siguiendo ambos el impulso de mi cuerpo. Pedí un par de tragos más, Cusco estaba metido en todos los huecos, a veces no notaba que él seguía a mi lado, ya había obtenido de él lo que quería, bueno, al menos eso creía yo.
De pronto, tímidamente preguntó: "Ché y cómo es lo de la fidelidad con lo de tu novio?". Me sacó de cuadro, yo de verdad no pensaba que él y yo tuviéramos algo, pero lo miré, preguntándome, preguntándole, " a dónde vamos con todo esto", no hubo respuesta, si la hubo no la recuerdo, sólo estuvimos juntos bailando como si quisiéramos comernos literalmente el uno al otro.
El y yo bailábamos y nos mezclábamos, nos perdíamos el uno en el otro, como si no hubiera nada ni nadie alrededor, como si no hubiera más que ese sublime intercambio de energía, de deseo, de pasión, demasiado para un par de cuerpos.
Yo no pensaba nada, la oscuridad del lugar era perfecta para que yo no me mirara, no me escuchara, no me cuestionara, ni siquiera tuve que luchar contra alguna voz interna, había furia contenida en mí, había revancha con la vida, conmigo misma y yo me iba a cobrar con él, lo que hasta ese momento me había estado negando.
Quería seguir bailando pero el deseo era fuerte, él insistió en que nos fuéramos, y no pudimos contenerlo más. Nos fuimos a mi hotel, pero claro, yo no estaba preparada, no pensaba tirar con nadie en Cusco y con el novio no cuidaba mucho la apariencia así que estaba hecha un peluche, no sé por qué circunstancia del destino compré una máquina de afeitar temprano, así que con el floro de "soy una chica muy limpia y quiero bañarme antes de tirar" y bajo el riesgo de enfriar toda la mierda, me metí a la ducha, a realizar una labor titánica de sacar todos los putos pelos que la naturaleza se empeñó en ponernos en el cuerpo a la mujeres.
Lisa, regia, impoluta, fresquísima, salí luego de un rato, no me puedo quitar el mérito de haber hecho una sesión de spa en un tiempo digno de cualquier record guinness.
Ya fresca, me metí en la cama de plaza y media del cuarto de habitación doble. No se perdió nada, el deseo estaba intacto, puedo decir, que el polvo que me meti con este ser humano maravilloso califica tranquilamente como uno de los mejores de mi vida, bien podria ser el mejor.
La cosa fue frenética, con mucha química, casi con furia. No voy a explicar más de este asunto, porque lo esencial, más allá de los detalles, es que esta experiencia me desatascó. Después de ese encuentro mi vida empezaría a cambiar de manera radical.
Al día siguiente nos la pasamos juntos, caminando por todos lados, conversando de mil huevadas, almorzamos yo volví a mi trabajo, él se fue a Macchupiccu. Me resistía a la idea de vernos en Lima.
Al volver a mi realidad, noté que yo ya no era la misma, que mi vida desde ese momento no sería la misma.
No pude volver a estar con el novio, me resultaba muy complicado, me sentía encerrada, cada vez más deseaba salir de esa prisión, así que planteé terminar y finalmente, luego de un año de lucha y negociaciones fallidas, lo hicimos.
El argentino llegó a Lima en ese trance, en las postrimerías de mi relación, yo andaba aún con el luto, pero con el deseo más prendido que nunca por él, nos vimos, salimos, tiramos, nos peleamos por toda mi confusión y se fue. Al poco tiempo salí de viaje hacia la selva, casi puedo decir que buscándolo, sabía que ese era su rumbo, no lo encontré, pero mi vida se comenzaba a mover. Luego de muchas lunas, yo no lo esperaba, él volvió a aparecer en el chat, sin más ni más, allí estaba ahora hablándome, ya desde su país, tal vez tratando de revivir conmigo un poco todo lo que vivió esos meses de viaje. No importaba, me encantaba saber que estaba aún ahí. Ahora somos amigos, tenemos una cosa interesante, porque mantenemos por el chat la misma buena onda de Cusco, las conversas, el sexo, las broncas, los deseos de encontrarnos de nuevo en algún momento para salir a joder por ahí, somos los dos patas que se conocieron en Cusco, y que, salvando las distancias, aún deambulan por la calle conociendo lugares, impregnándose de historia, pasando la vida, como si no hubiera ninguna prisa.
Es como si volviéramos al punto del camino en el que nos encontramos, pero yo ya no soy más la misma persona, mi vida cambió de manera radical, el argentino fue mi boleto para este nuevo viaje, el que me expulsó del tren, y siempre viviré agradecida por eso, por esta experiencia que me devolvió de nuevo al mundo, a la vida, llena de energía de intensidad.
Hoy soy esencialmente feliz, como siempre lo había anhelado, gracias cusquito, gracias argentinito.
Fui después de muchos años, por trabajo, pero desde que bajé del avión sentí que estaba lidiando con todo ese aire bohemio, armoniosamente desenfrenado, poéticamente caótico diría yo.
Soy excesivamente responsable con mi trabajo, así que había una constante lucha interna y externa por mantener el orden y al mismo tiempo disfrutar el aire cargado de tanta pulsión.
Viajé en un momento muy complicado de mi vida, estaba acabando mi última relación, el último tren que tomé del que ya había estado buscando saltar varias veces, y aunque habia decidido continuar en él, el viaje a cusco desbarató todos mis planes de autoncontención, de autocastramiento, y sin darme cuenta, el fondo de mi ser sabía que me iba a dejar empujar.
La experiencia fue intensa, y de hecho valió la pena, no sólo por los resultados en mi vida hasta hoy, sino por lo que viví en esos cuatro días, en esos dos últimos días para ser más precisa.
Dos noches antes de volver a Lima me quedé sola, mi acompañante se regresó a Lima, y yo continué el trabajo por mi cuenta. Como era evidente no me iba a quedar en mi cuarto viendo pelas y comiendo chocolates, mientras la ciudad rugía allá afuera. Tal como me pasó en Arequipa, tenía miedo de salir sola, pero había que hacerlo, porque no me podía perder Cusco de noche.
Fui a dar unas vueltitas a la plaza, básicamente a respirarme la noche, a inocularme cusco por los poros. Me planté un rato por ahí, con un poco de frío, pero todo bien.
Chequeé algunos bares a ver qué onda, de hecho era un poco temprano, así que las discos aún no estaban disponibles.
Me metí finalmente a un pequeño barcito donde tocaba un grupo remonse dizque música cubana. En fin en cusco todo es maravilloso. Me senté al fondo en una barrita pequeña (todo el bar era diminuto), pedí una cusqueña (allá son más ricas aún) y a disfrutar mi noche bohemia.
Todos los niños del barcito andaban emparejados, de hecho, ninguno de ellos era mi tipo, no me gustan los europeos, menos los turistas europeos (porque parece que tienen serios conflictos con el agua), aunque no se le puede quitar mérito a los españoles e italianos, pero creo que esa noche habían puros belgas, o sea...
Además no salí en plan de pesca, aún andaba con el novio y aunque el amor andaba pegado con curitas, no era mi idea cagarlo.
A cierta hora entró él, demasiado crudo para mi gusto, insufriblemente chibolo, (sí, yo lo digo) esa gorrita de lana recontra surferita y su onda medio desaliñada, éste es sudaca, es más, es peruano, y dije, no gracias, peruano, chibolo, pastrulo, sorry pero espero que no empiece con alguna típica cojudez de peruano acomplejado.
Cuando empezó a preguntar por todos los tragos de la carta, escuché mejor el acento, era argentino, puta madre, peor, no hay gente que odie mas que los argentinos. Son extenuantemente pedantes, son los arequipeños de sudamerica br /> Comenzó a hablar de unas pipas de agua, y no sé qué onda con el tema, de hecho cuando preguntó por ellas reelaboré: chibolo, argentino y pastrulo, me muevo de la barra en este momento.
Sin embargo luego me enteré que con las pipas estas se fuma tabaco y el asunto es interesante y con manzanas no sé qué, y me pareció un tipo bacán, contra todo pronóstico, confirmamos de dónde eramos cada uno y poco a poco hablamos de algunas huevadas más, interesante y ameno por lo menos.
De hecho sentía que no nos gustábamos para nada, que entre nosotros había más bien una química de patas,y eso me gustaba mucho, para mí él era el "argentinito", así lo llamaba y yo era obviamente "che".
Le dije para tomarnos algo más, pero como el barcete ya cerraba él propuso buscar otro hueco, me pareció mostro, nos encaminamos a un bar en el que yo ya había estado un par de noches atrás.
Caminábamos por la callecita de San Blas, como dos patas del barrio, yo con la casaca amarrada a la cintura, él con la gorrita pastrula, con una buena onda increíble, realmente nos sentíamos cómodos, sin poses, ni huevadas, éramos un par de patas que decidieron acompañarse un rato, conversar y pasarla mostro en Cusco.
Llegamos al sitio, tomamos un par de cosas, hablamos de los tragos, de lo que hacía yo, de lo que hacía él, andaba mochileando por sudámerica nada menos el pibe. Y yo claro, envidiando los huevos que había tenido para dejar un rato la universidad y mandarse a palpar la historia que tanto le gusta y conoce.
Recordé y me enteré muchas cosas de nuestra historia como continente que el niño éste se las sabía como si fuese una biblioteca, pasamos mucho rato conversando y me divertía mucho escuchándolo y luego peleándonos porque claro, no puedes conversar con un argentino que se respete sin pelearte con él por su eterno y enfermizo afán de considerse una raza superior.
Los dos macchupicchu que me tomé hicieron efecto, el pibe se tomó dos daikiris (trago de gay), así que había una desventaja, pero la noche se abría ante nosotros por igual, aunque con diferentes matices.
Él era un nómade, autoproclamado hijo de una tierra sin nombre, sin límites, su libertad era un modo de vida, yo era una experiencia más, parte de toda la mística que envolvía su camino.
Yo por el contrario, era un citadina estresada, harta de una atadura autoimpuesta por temor a lanzarme a reconocer mis verdaderos deseos, en ese momento yo sólo anhelaba tener los cojones que este mocoso de 25 años había tenido para lanzarse al vacío, yo con 32 tenía miedo de haber dejado pasar la oportunidad de vivir, algún día de mi vida, sin saber qué cuernos sería de mí mañana, yo queria tragarme su experiencia, hacerla mía, tener el valor para coger mis cuatro trapos, mi cámara y el ipod y salir a perderme sin temor de no encontrarme.
Estábamos en lados opuestos, pero parados exactamente en el mismo punto del camino. Esta mezcla de libertad, prohibición, desenfreno, nos tragaba como un hoyo negro y ninguno de los dos oponía la más mínima resistencia.
Fuimos a bailar, siguiendo ambos el impulso de mi cuerpo. Pedí un par de tragos más, Cusco estaba metido en todos los huecos, a veces no notaba que él seguía a mi lado, ya había obtenido de él lo que quería, bueno, al menos eso creía yo.
De pronto, tímidamente preguntó: "Ché y cómo es lo de la fidelidad con lo de tu novio?". Me sacó de cuadro, yo de verdad no pensaba que él y yo tuviéramos algo, pero lo miré, preguntándome, preguntándole, " a dónde vamos con todo esto", no hubo respuesta, si la hubo no la recuerdo, sólo estuvimos juntos bailando como si quisiéramos comernos literalmente el uno al otro.
El y yo bailábamos y nos mezclábamos, nos perdíamos el uno en el otro, como si no hubiera nada ni nadie alrededor, como si no hubiera más que ese sublime intercambio de energía, de deseo, de pasión, demasiado para un par de cuerpos.
Yo no pensaba nada, la oscuridad del lugar era perfecta para que yo no me mirara, no me escuchara, no me cuestionara, ni siquiera tuve que luchar contra alguna voz interna, había furia contenida en mí, había revancha con la vida, conmigo misma y yo me iba a cobrar con él, lo que hasta ese momento me había estado negando.
Quería seguir bailando pero el deseo era fuerte, él insistió en que nos fuéramos, y no pudimos contenerlo más. Nos fuimos a mi hotel, pero claro, yo no estaba preparada, no pensaba tirar con nadie en Cusco y con el novio no cuidaba mucho la apariencia así que estaba hecha un peluche, no sé por qué circunstancia del destino compré una máquina de afeitar temprano, así que con el floro de "soy una chica muy limpia y quiero bañarme antes de tirar" y bajo el riesgo de enfriar toda la mierda, me metí a la ducha, a realizar una labor titánica de sacar todos los putos pelos que la naturaleza se empeñó en ponernos en el cuerpo a la mujeres.
Lisa, regia, impoluta, fresquísima, salí luego de un rato, no me puedo quitar el mérito de haber hecho una sesión de spa en un tiempo digno de cualquier record guinness.
Ya fresca, me metí en la cama de plaza y media del cuarto de habitación doble. No se perdió nada, el deseo estaba intacto, puedo decir, que el polvo que me meti con este ser humano maravilloso califica tranquilamente como uno de los mejores de mi vida, bien podria ser el mejor.
La cosa fue frenética, con mucha química, casi con furia. No voy a explicar más de este asunto, porque lo esencial, más allá de los detalles, es que esta experiencia me desatascó. Después de ese encuentro mi vida empezaría a cambiar de manera radical.
Al día siguiente nos la pasamos juntos, caminando por todos lados, conversando de mil huevadas, almorzamos yo volví a mi trabajo, él se fue a Macchupiccu. Me resistía a la idea de vernos en Lima.
Al volver a mi realidad, noté que yo ya no era la misma, que mi vida desde ese momento no sería la misma.
No pude volver a estar con el novio, me resultaba muy complicado, me sentía encerrada, cada vez más deseaba salir de esa prisión, así que planteé terminar y finalmente, luego de un año de lucha y negociaciones fallidas, lo hicimos.
El argentino llegó a Lima en ese trance, en las postrimerías de mi relación, yo andaba aún con el luto, pero con el deseo más prendido que nunca por él, nos vimos, salimos, tiramos, nos peleamos por toda mi confusión y se fue. Al poco tiempo salí de viaje hacia la selva, casi puedo decir que buscándolo, sabía que ese era su rumbo, no lo encontré, pero mi vida se comenzaba a mover. Luego de muchas lunas, yo no lo esperaba, él volvió a aparecer en el chat, sin más ni más, allí estaba ahora hablándome, ya desde su país, tal vez tratando de revivir conmigo un poco todo lo que vivió esos meses de viaje. No importaba, me encantaba saber que estaba aún ahí. Ahora somos amigos, tenemos una cosa interesante, porque mantenemos por el chat la misma buena onda de Cusco, las conversas, el sexo, las broncas, los deseos de encontrarnos de nuevo en algún momento para salir a joder por ahí, somos los dos patas que se conocieron en Cusco, y que, salvando las distancias, aún deambulan por la calle conociendo lugares, impregnándose de historia, pasando la vida, como si no hubiera ninguna prisa.
Es como si volviéramos al punto del camino en el que nos encontramos, pero yo ya no soy más la misma persona, mi vida cambió de manera radical, el argentino fue mi boleto para este nuevo viaje, el que me expulsó del tren, y siempre viviré agradecida por eso, por esta experiencia que me devolvió de nuevo al mundo, a la vida, llena de energía de intensidad.
Hoy soy esencialmente feliz, como siempre lo había anhelado, gracias cusquito, gracias argentinito.
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