viernes, 4 de septiembre de 2009

Velas y margaritas

Han sido días difíciles, extraños, complicados. Tuve que revolucionar mi mundo de nuevo, sacudirlo todo, encontrarme nuevamente dando vueltas, dando tumbos, desubicada, desencajada, para volver a caer en el suelo y empezar otra vez desde cero.

Me llevé de encuentro todo, sin ninguna contemplación. Duele, me está doliendo mucho, pero me aguanto, me aguanto como si me tomara una medicina amarga, insoportable, porque sé que esto me está haciendo más fuerte.

Soy inmadura, lo reconozco, no tengo otra forma de acabar las cosas, siempre lo he hecho así, es la única forma que tengo de asegurarme que no habrá retorno.

Sé que ya no importa, sé que ya no hay nada que pueda hacer, el área está devastada, desolada, ya no queda nada, estoy parada en la puerta de nuestra habitación, la que solíamos habitar juntos, está vacía, ahora sí ya no queda nada, cierro la puerta por última vez, porque ahora sí sé que ni tú ni yo vamos a volver a este lugar, en el que alguna vez nos amamos tanto, en el que alguna vez nos herimos tanto y en el que nos odiamos por última vez.

Dejo aquí un capítulo importante de mi vida, y me voy con la maleta vacía, porque lo poco que tenía lo tiré por la ventana, para irme sin peso, para empezar de nuevo, sin carga.

El dolor, mi viejo y silencioso compañero que ha estado conmigo toda mi vida, está aquí nuevamente, pero diferente, ahora lo miro a los ojos, lo cojo de la mano y camino con él, entendiendo que es parte de mi vida, y que no me lastima más, ya no le tengo miedo, porque sé que no me va a destruir, después de esto, nada me va a destruir.

Gracias queridas amigas por las margaritas, por sentarse conmigo a llorar con risas, a acallar con carcajadas el llanto, gracias por acudir a las citas de siempre a escucharnos y entender que finalmente esto es la vida, y la vivimos intensamente, es maravilloso estar juntas en esto.

Gracias por las velas, las maravillosas velas que me esperaban en un lugar caliente, cálido, preparado para cobijarme, para calmar mi llanto, para sostener mi dolor, para "hacerme sentir bien" tan simple como eso, tan simple como eres, tan puro como eres.

Hoy estoy, finalmente de vuelta, y aunque haya dolido tanto vale la pena tener la certeza de que el capítulo está cerrado, ya no hay nada más que escribir en este libro. Así tenía que ser.

No hay comentarios:

Publicar un comentario